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¿Es la Inteligencia Artificial una amenaza para la identidad del ser humano?

Cuando pensamos en el ser humano y en aquella cualidad que lo hace distinguirse de los objetos y demás animales, ¿Qué se nos viene a la cabeza? Si buscamos en los orígenes de la filosofía clásica occidental, nos toparemos con el filósofo, polímata y científico griego llamado Aristóteles, que nos diría que el ser humano es un individuo dotado de razón y discernimiento moral, pero, sobre todo, es un animal político (Zoon politikón). Sin detenernos en analizar esta afirmación, cuestión que podríamos hacer más adelante; nos encontramos en la modernidad con el padre de la filosofía moderna y geometría analítica, un señor llamado René Descartes. Este francés acuñó aquella oración que se situó como una de las principales ideas de su pensamiento: Cogito, ergo sum (pienso, luego existo). Descartes en su incansable búsqueda de la verdad, necesitó encontrar algo con lo cual se fortalezca la idea de nuestra existencia, más allá de cualquier duda razonable, pero también, que fuese el fundamento indudable de todo el conocimiento. Así, por ejemplo, si nuestros sentidos son incapaces de entregarnos datos fidedignos de lo que nos rodea, debería existir “algo” que sí lo hiciera y que no fuese causante de duda alguna y eso para Descartes, fue el pienso, luego existo. Esta cuestión filosófica honorable de ser tratada en un extenso documento, nos da pie para analizar si existe algo propio del hombre que no sea amenazado por la Inteligencia Artificial (I.A.) y desde esa búsqueda, ver realmente si nos podemos distinguir totalmente como especie. 

Hay cosas obvias que son del orden biológico-corporal como el respirar, el alimentarse, el reproducirse, etc., que no están en discusión pues, no podemos comparar lo biológico con lo metálico o cualquier otro material que sirva de receptáculo para una I.A. Si sólo nos quedamos con lo biológico, entonces, no podríamos diferenciarnos de los otros mamíferos y seríamos parte de la misma categoría y no una independiente, como se clasifica hoy. Por tanto, nuestro deber es examinar aquello donde tengamos puntos de encuentro y desde esa vereda, conocer hasta qué instancia podemos diferenciarnos de las capacidades y potencialidades de la I.A.

Actualmente, existen múltiples y diversas I.A. que cumplen distintas funciones, desde crear videos e imágenes a partir de escritura, hasta interactuar en tiempo real o buscar fórmulas químicas para futuros medicamentos. El abanico de éstas es amplio, pero todas tienen algo en común, procesan información al igual que nuestros cerebros. Ahora bien, la forma en que lo hacen es la siguiente: Recepción de datos, preprocesamiento, extracción de características, modelado, inferencia y salida. Todo lo anterior para, por ejemplo, recibir un “Hola” como respuesta. En cambio, nuestro cerebro para llegar al mismo resultado realiza lo siguiente: Recibe el estímulo, procesa la información, interpreta el estímulo, formula una respuesta y emite la respuesta. Son formas de proceder distintas para llegar al mismo “Hola” como consecuencia. 

 Si se actúa con honestidad en este ejercicio, se debe afirmar que las I.A. no “piensan” o “entienden” las ideas de la misma manera que los humanos. En lugar de eso, utilizan algoritmos, modelos matemáticos o redes neuronales, para identificar patrones y hacer predicciones basadas en los datos que se les proporciona. No tienen emociones, consciencia ni la capacidad de comprender el contexto de la misma manera que los humanos. Su “comprensión” se basa puramente en los patrones que han aprendido de los datos. Frente a este hallazgo, es evidente que la forma en que procesan la información es diferente a nosotros, como también, el hecho de no entender el contexto general de lo que se le pregunta, ni la capacidad de experimentar emociones ni de tener consciencia respecto a sí misma y de aquello que la rodea. Entonces, pareciera ser que, si sólo nos fijamos en lo anterior para definir la identidad del ser humano, no habrá que temer en que las I.A. se asemejen a nosotros. Pero, ¿sólo esto nos diferenciará de ellas? Sigamos adelante y preguntémonos en qué más podemos encontrar distancia.

Los humanos necesitamos pasar por diferentes etapas de evolución biológica para ir adquiriendo más conocimiento y desarrollar habilidades, en cambio, las I.A. no requieren pasar por ello, pues desde un principio, pueden ser programadas para realizar tareas complejas.  Otra cosa que nos distingue, es la capacidad de adaptabilidad que poseemos y que nos hace poder responder, a veces de la mejor forma, a situaciones nuevas o inesperadas. En cambio, se les hace más complejo a las I.A., el lograr esa capacidad de respuesta frente a los mismos hechos. Si bien, es claro que nosotros hacemos mejor algunas cosas que ellas, hay muchos puntos de encuentro que nos permite asimilarnos y alcanzar los mismos resultados. Si somos mejores o peores, no es algo que tengamos que buscar, sino más bien, nuestros esfuerzos deben abocarse en saber cómo podemos ocuparlas para mejorar las condiciones de vida de nuestro mundo.

La I.A. puede modificar la forma en que interactuamos con el mundo y cómo nos vemos a nosotros mismos. Sin embargo, es importante recordar que ésta es una herramienta creada por humanos y, como tal, su impacto en nuestra identidad dependerá en gran medida de cómo decidamos usarla. El desafío mayor que existe para la humanidad, es fijar los lineamientos de uso, los límites morales y el soporte legal que procure delimitar los avances y la manera en que pueden ser utilizadas.

Quizás, la premisa al pensar en ellas y rescatando medianamente el pensamiento de Descartes podría ser: Cálculo y modelo, luego existo. Esta afirmación resume lo que, en simples palabras, es la razón de funcionamiento y presencia de esta tecnología. Sé y apuesto mi confianza con tranquilidad, que aún cuando el nivel de desarrollo de la I.A. llegue a simular en su totalidad nuestras capacidades, jamás será un riesgo para nuestra identidad debido a la imposibilidad de imitar nuestra propia naturaleza. 

Por Ángel Morales Espinoza

Profesor de Filosofía

Data Analyst

Data Scientist 

Master(c) en Big Data y Business Intelligence

Magister en Dirección y Liderazgo para la Gestión Educacional.    

Dr(c) en Filosofía. 

Centro de Estudios y Reflexión San Fernando

ceasfdo@gmail.com

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